
Celulosa Argentina, una empresa papelera con más de 90 años de historia, fue adquirida por el empresario Esteban Antonio Nofal por un dólar simbólico, en un contexto de profundo deterioro financiero y operativo. La compañía enfrentaba una deuda millonaria —unos US$ 128 millones— y había declarado concurso de acreedores para evitar la quiebra.
Nofal tomó el control de un 45,5 % del capital social tras comprar 452,6 millones de acciones clase B, desplazando al anterior accionista mayoritario, el fondo Tapebicuá. Con esa operación se activa la obligación legal de lanzar una Oferta Pública de Adquisición para los propietarios minoritarios.
Las plantas de producción en Capitán Bermúdez (Santa Fe) y Zárate (Buenos Aires) están paralizadas desde fines de julio, funcionando únicamente en tareas mínimas de mantenimiento. La empresa aduce que el capital de trabajo se había visto gravemente afectado, al igual que sus ventas y su capacidad de trasladar sobrecostos a los precios.
Los estados financieros recientes marcan una pérdida semestral gigantesca, contrastando con ganancias del mismo período del año anterior. Ahora, con nueva gestión, Celulosa Argentina busca reordenar sus operaciones, preservar puestos de trabajo, recuperar su estructura productiva y salir adelante en un escenario difícil.